Hoy saqué el tiempo de venir a visitar el lugar donde descansan tus restos. Vengo físicamente hasta aquí para darte gracias por todos los valores que me inculcaste, por el alto nivel moral al cual me acostumbraste, por todos los retos que me presentaste, por los consejos sabios que me diste, gracias por todos los regaños y todos los castigos que me pusiste.
Gracias a tus esfuerzos yo he logrado convertirme en un ser humano de provecho en la sociedad. Por esta razón quiero mostrar mi agradecimiento a todo el amor y esfuerzo que invertiste. Como agradecimiento y tributo a ti, me he dado la tarea de seguir respetando y aplicando todo lo que me enseñaste.
De esta manera, te honro cada vez que soy honesto, te honro cada vez que ayudo al prójimo, te honro cada vez que alcanzo un logro, te honro cada vez que paso tu sabiduría a mis hijas.
Hace 24 años que no te tengo en mi vida y te escribo para informarte que tu esfuerzo no fue en vano. Con mucha humildad y modestia te reporto que sigo siendo un hombre decente, trabajador, honesto, respetado, y hasta admirado por algunos.
Padre, quiero que sepas que yo me esfuerzo cada día por ser un espejo de tu persona. No sé en qué parte del cielo te encuentras, pero si estoy seguro que siempre te llevo conmigo.
Tu hijo, Vicente